Muchos elegirán durante estas horas seguir hablando de lo futbolístico y afirmar constantemente, de manera correcta, que Racing fue más en los 90 minutos. Lo que no van a poder explicar es el corazón de un equipo en proceso y reestructuración, respaldado por un club que en los últimos tiempos le ha tocado morder el pasto y que por muchos años esperó una alegría semejante.
De principio a fin, la hazaña ante Racing respiró épica. Allá por los primeros meses del año empezaba la expectativa después que el sorteo determinara que correntinos y académicos se cruzaran. Que se jugaba antes del receso, que se jugaba después; toda incertidumbre porque la Superliga estaba en plena definición y con el futuro contrincante como protagonista.
Por nuestro lado, también la incógnita de saber en qué condiciones enfrentaría nuestro equipo a un gigante del fútbol argentino. Todavía en competencia en el Federal A, soñábamos con llegar más lejos pero el mismo quedó trunco antes de lo esperado. Finalmente se confirmó el 21 de julio y todos los cañones apuntaban a una enorme desventaja geográfica: en un porcentaje alto, el partido se jugaría en una cancha de Buenos Aires.
En el medio, el plantel sin conocer su rumbo: en pleno debate si seguir la pretemporada, o descansar y volver más pronto de lo habitual. Se dio de baja a cinco futbolistas todavía con Carlos Mayor al mando. Días después, rescindió el entrenador y subió de categoría para dirigir Almagro. ¿Y ahora? Otro palo en la rueda para poder llegar en óptimas condiciones y estar a la altura otro duelo histórico para la institución.
Arrancó la pretemporada, veinte días antes de la gran cita. Los jugadores continuaban desvinculándose. Gustavo Mbombaj que iba a renovar, sorpresivamente cruzó la orilla para jugar en Sarmiento. Marcelo Ortíz, quien se entrenó unas semanas luego de retornar del préstamo en Central, se mantuvo en Primera para firmar con Atlético Tucumán (vaya paradoja, ahora enfrentará a sus ex compañeros por los 16avos.).
Y no, claro que eso no era todo. Desde Quilmes, equipo que milita en la Primera Nacional (ex B), llegó la oferta para llevarse a Alejandro Medina, el arquero que tantas veces salvó al equipo en la temporada anterior del Federal. Y otra vez, ¿qué hacemos?, a solo días del debut ante el campeón vigente del fútbol argentino, el plantel se quedaba sin el titular bajo los tres palos. Por ese entonces, ya estaba confirmado el Estadio "Ciudad de Lanús" como sede del encuentro por 32vos. de final de la Copa Argentina.
Varios días, estuvieron solo los juveniles Christian Martínez, Joaquin de Los Reyes y Federico Quijano entrenándose con el profesor Jose Luis Osuna y la espera de saber si, de manera increíble, lograban su debut en primera división nada más ni nada menos que ante Racing. Finalmente, solo una semana antes del 21 de julio, llegó José Silvino Aquino, el héroe impensado de la noche copera y lluviosa en la Fortaleza Granate.
Faltaba más. Cuando el flamante entrenador Daniel Teglia, quien se presentó por primera vez con sus dirigidos el primer día de pretemporada, disponía de un posible once titular para intentar batallarle a Racing, surge la baja inesperada de Gonzalo Ríos, que se perfilaba para ser el centro delantero desde el arranque, cambió todos los planes estratégicos cuando restaban apenas días para el domingo.
Pasando en limpio, solo tres incorporaciones habían llegado y dos sobre el "filo": el mencionado paraguayo Aquino y la vuelta del "Chino" Vizcarra, que arribó a Corrientes apenas un poco más de 72 horas previas al cotejo, sufrió nueve bajas y dos claves en el transcurso de la preparación. A ello, le sumamos las condiciones físicas de un emblema: Cristian Núñez. El "Negro" se recuperaba de una artroscopía en su rodilla y llegaba entre algodones.
Teglia reordenó todo. Matias Espíndola se metió en el equipo por derecha, el "Pájaro" Benítez se calzó la camiseta desde el arranque para darle explosión y ser el termómetro del equipo, viniendo desde un equipo del Regional Amateur y debutando en un partido de semejante relevancia.
Llegó el fin de semana. El plantel viajó vía aérea el sábado por la tarde sin mayores inconvenientes. Al mismo tiempo, los primeros hinchas ribereños ya pisaban tierra porteña para no perderse lo que iba a terminar siendo una de las más grandes hazañas de un club del ascenso contra otro de Primera División.
La noche sabatina no fue la mejor. Tampoco la pasaron de lujo en lo extrafutbolístico. Cerca de las 4 empezaron a sonar las alarmas contra incendio del hotel donde, solamente, estaba alojada la delegación correntina. Tiempo después, se conoció que el principio de siniestro nunca ocurrió y se agravó con el corte de energía eléctrica. La organización de la Copa, en plena mañana a horas del juego, decidió trasladar a otro alojamiento al plantel y allegados.
¿El resto? el resto es historia. Boca Unidos salió con el cuchillo entre los dientes y claro, tuvo sus fallas y sus momentos de extrema concentración. Juntó el poco tiempo de preparación, las bajas mas numerosas que altas, lesiones y las interrupciones del descanso en la noche para inflar el pecho y volver a ratificar que este club está hecho para golpear a los grandes. Para torcer la historia y llenar de oro esos colores tan fulminantes como el rojo y amarillo.
Aguantó como pudo en los más de 90 minutos, terminó con jugadores desgarrados, vendados en el rostro. Llegaron los penales, nadie se achicó. Los pibes fueron experimentados, los experimentados fueron héroes. En el arco, del cielo llegó el regalo de un arquero que pisó nuestras tierras por primera vez días antes con una sola mochila entre sus hombros y una semana después se topó con todo campeón argentino que se le cruzó en el camino.
El párrafo aparte es para ustedes, enfermos de estos colores, que hicieron, en un pleno acto de injusticia deportiva, más de 1.000 km sin ningún tipo de objeción para bancar humedad, lluvia, trueno y tormenta durante TODO el partido.
Se merecían, nos merecíamos. Se lo debían y nos debíamos todos, cada uno de los integrantes de esta familia una alegría incomparable como esta. Después de un descenso híper doloroso, de una insólita y temprana eliminación en San Juan. Habrá tiempo para pensar en el ansiado ascenso, en las ganas de volver al lugar que con tanto sacrificio nos ganamos. Hace bien al corazón esta satisfacción, por eso cualquier tipo de festejo no será suficiente ni excesivo. Disfrútenlo que, como reza una y otra vez en las tribunas del Leoncio Benítez cada vez que somos locales un famoso e inconfundible grito popular: las buenas, las buenas ya van venir.