Un día como hoy, pero hace 117 años, Enrique Romero Brest proponía un nuevo deporte: lo que hoy conocemos como Cestoball. Fue así como el 17 de marzo de 1903, el Ministerio de Educación de la Nación aprobó el programa de educación física que incluía la pelota al cesto. En la actualidad, se juega en todo el país y en el mundo.
Una pelota y dos aros hacen de este deporte algo tan apasionante como el fútbol. El sentimiento no distingue de lugares, da igual si es cancha de cemento, parquet o arena porque cuando los clubes están frente a frente persiguen el mismo objetivo, como en cualquier disciplina, jugar y ganar.
El Cestoball requiere de un trabajo en conjunto, tanto en los entrenamientos como en los partidos. Así, con el correr del tiempo, las individualidades se funden en virtudes que hacen del equipo una fuerza única.
Al igual que en otros deportes, la pasión es el motor fundamental. No importa el frío, el calor, la lluvia o el sol, se juega siempre dándolo todo por la camiseta. ¿Será por eso que a la hora de vencer al clásico rival vale doble? ¿Qué lograr un campeonato se vive con tanta euforia? Claro que sí, porque detrás de todo resultado hay esfuerzo, dedicación y amor por esos colores que tanto se defienden.
Pasó más de un centenario y el Cestoball creció en todo el país, lo juegan mujeres y hombres, de Jujuy a Tierra del Fuego sin distinción de edad. Actualmente, nueve clubes de la capital correntina lo practican y tienen equipos en las categorías Mini, Juveniles y Mayores. Brest deja un legado con raíces bien argentinas que sin dudas continuará fortaleciéndose en el tiempo.